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Cómo lograr el equilibrio en las citas

Tira cómica de una mujer cuarentona.


En la última publicación, Segunda y yo continuamos tratando de ver cómo manejar las "montañas" y los "granos de arena" de las citas románticas. Finalmente, decidí­ salir de mi "cascarón" y llamar al alemán, "Sr. Pulcritud", el pretendiente que se destacó por su recia hermosura y su espí­ritu aventurero. No tan solo contestó mi llamada, sino que, para cuando colgué el teléfono, habí­a aceptado... ir a la montaña.

Una escapada de fin de semana invernal a Vermont, pensé, ayudarí­a a resolver la gran duda: ¿Se atraen verdaderamente los polos opuestos? Pero empecemos por el principio... Si este muchacho de pueblo iba a exponer a su chica de ciudad a la intemperie, ella iba a necesitar un nuevo guardarropa.

No hay nada como deslizarse montaña abajo a gran velocidad en un nuevo atuendo invernal, con el viento estimulando los sentidos y dando una nueva dimensión de las cosas.

Las citas románticas en la segunda juventud conllevan toda una nueva baterí­a de consideraciones. Habí­an quedado atrás, para mí­, los dí­as de las inseguridades. En su lugar, querí­a equilibrio en mis relaciones (incluso, mientras luchaba por mantenerme erguida sobre mis esquí­s). Encaré esta escapada con espí­ritu aventurero, aunque también me pregunté: ¿Cuán abierto es demasiado abierto? ¿Cómo sabe uno si se está esforzando demasiado para lograr que algo funcione?

Para garantizar mi seguridad fí­sica, mi alemán me siguió de cerca hasta el pie de la montaña, y, cuando miré hacia atrás, su cálida sonrisa me abrigó. Pese a ser bastante conservador en cuanto a sus preferencias gastronómicas, fue muy cortés y se mantuvo abierto a mi pensamiento liberal y gusto ecléctico. Además, compartimos nuestro agrado por la música y tuvimos experiencias de vida similares, desde la crianza de los hijos hasta habernos divorciado hace poco tiempo. El hotel llamaba con su promesa de calidez y su selección de vinos y quesos. Yo podí­a sentir cómo también la quí­mica me hací­a entrar en calor.

A medida que avanzaba el fin de semana, comencé a sentir que algo comenzaba a derretirse dentro de mí­. Independientemente de nuestras "diferencias", quizás nuestras "coincidencias" podrí­an nutrir nuestra relación. Pero seguí­a quedando una duda: Cuando todo hace suponer que vale la pena tratar de llevar adelante una relación, ¿no deben ambas partes mostrar la misma flexibilidad?

Solo el tiempo lo dirá. De todos modos, mientras me colocaba las gafas de esquí­, decidí­ darle a la montaña -y al Sr. Pulcritud- otra oportunidad.

-Gaby

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