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Hoy te propongo que seas compasivo

Jamás olvidaré la mañana en que me encontré con Tomás* a la salida del colegio. Hací­a tiempo que no lo veí­a y me dio gusto cruzarme con él, aunque reconozco que también noté que su fí­sico habí­a atravesado una dramática transformación. Habí­a perdido mucho cabello y su vientre estaba más prominente que en ocasiones anteriores.

Red heart in human hands
Alexander Raths

No habí­an pasado 5 minutos de nuestra conversación, cuando se nos acercó un caballero a saludar a Tomás. "Oye, ¡pero tú si estás gordo, mi hermano!", dijo el individuo, en tono de broma o mofa. "¡Tú sí­ que vives bien! Aunque esa calva brilla más que una bola de billar", añadió sobándole irrespetuosamente la panza a Tomás, como si le estuviera pidiendo un deseo a algún Buda.

Mi amigo Tomás y yo nos miramos en silencio. Él hací­a un intento para esconder su mezcla de molestia, vergí¼enza y dolor. Yo me quedé como una estatua, sin saber qué decir o qué hacer. Cuando por fin desapareció el individuo, le pasé la mano a Tomas por el hombro para que supiera que estaba con él.

Hace unos dí­as, mi amigo Tomás partió fí­sicamente de este mundo. En honor a él y a todos los que viven con enfermedades "invisibles", es que escribo hoy.

Tomás tení­a cáncer; un cáncer que durante mucho tiempo pudo, digamos que, disimular muy bien. Pero ya al final de su enfermedad pasó de ser un hombre vital y en forma, a ganar peso por la hinchazón que le producí­an sus medicamentos. La melena que una vez tuvo, se le cayó a causa de la quimioterapia. Aún así­ no viví­a sumido en la tragedia y mientras pudo, salí­a a la calle a cumplir con sus responsabilidades cotidianas, aprovechando cada momento que tení­a con la mejor de las disposiciones. Pero algunas personas por desconocimiento abusaban de la confianza, llegando al punto de hacer mucho daño con sus palabras, crí­ticas y chistes malos.

Tomás no es el único a quien he visto sufrir por la mala educación de personas insensibles, que sin empatí­a alguna, sin la más mí­nima consideración de lo que puede estar atravesando una persona, comentan sin piedad sobre su aspecto fí­sico. Y es que hay condiciones de salud muy serias que no son obvias: la diabetes, la fibromialgia, la artritis, los desórdenes de la tiroides, la migraña y la depresión son parte de una larga lista de condiciones invisibles que transforman nuestros cuerpos con gordura, calvicie, hinchazón y manchas que sin embargo pasan como marcas normales de un estilo de vida. También se da el caso de pacientes que lucen muy bien, a quienes la sociedad no les reconoce su enfermedad, minimizándolos con comentarios inapropiados del tipo "¿pero de qué te quejas? si tú te ves muy bien."

Muchos de los que las padecen, hacen un gran esfuerzo por no dejarse vencer por sus achaques, dolores corporales, ansiedad, sentimientos de impotencia, preocupación y hasta miedo. Pero basta que venga un inconsciente a comentar sobre los estragos fí­sicos, sumido en su ignorancia, como para que personas como Tomás sientan todo el peso de su enfermedad y se quieran esconder en una cueva obscura.

Yo les propongo hoy crear conciencia sobre las enfermedades invisibles y sencillamente les exhorto a dejar de comentar sobre el fí­sico de una persona. Esa persona puede estar muy enferma. ¿Querrá alguien dañar con un comentario a alguien que está luchando por su vida?

*El nombre ha sido cambiado para proteger la privacidad del sujeto.

Photo: AlexRaths via Istockphoto

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