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Cómo me preparé mental y emocionalmente para mi primer maratón

Bueno, pues ya ustedes saben que recientemente añadí un nuevo título a mi currículo con mi participación en el maratón de la ciudad de Nueva York, a mis 40 años. La semana pasada les conté un poco sobre mi preparación física para este reto tan grande, que enfatizó mucho la prevención, el monitoreo, la dieta y la hidratación. 

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Pero durante todo el proceso de preparación física, también tuve que invertir en mi entrenamiento mental y emocional. Correr 42 kilómetros requiere de fortaleza de carácter, porque es fácil tirar la toalla y rendirse al menor obstáculo o desencanto.

¿Qué les puedo decir? Para algunas personas entrenar para una carrera tan larga, durante tantos meses —a veces toma 1 año completo llegar a la condición física para correr un maratón, sobre todo a mi edad— es un proceso comunitario. Entrenar en comunidad tiene un valor que yo descubrí en mis sesiones en el parque donde nos reuníamos un grupo de corredores con nuestro entrenador. Pude notar que allí, igualmente, todas las mañanas se congregan cientos y cientos de personas, en su gran mayoría de edad madura o envejecientes para hacer ejercicios, correr, caminar y bailar Zumba y se van convirtiendo en familia. De hecho, la cantidad de caminantes ya mayorcitos que me pasaban por el lado, de madrugada, era significativa. Hablaban de las noticias del día, de sus dolores, medicinas y terapias, de política y hasta de hijos y nietos. Me imagino que esto de por sí es una gran terapia para esta comunidad.

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En cambio, para mí fue mayormente un proceso personal que incluyó mucha meditación; un tipo de meditación adaptada por mí porque no correspondía al concepto de meditación que suele representarse con una persona sentada en el piso con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Mas yo sí meditaba mientras corría, a veces 1 y 2 horas. Ese era mi momento de buscar y llegar al silencio, entrar en contacto con todas y cada una de las sensaciones de mi cuerpo, el ritmo de mi respiración y de mis pasos sobre el asfalto, la mente en blanco o repitiéndome afirmaciones de vida.

Muchas veces me encontré pensando en mi anhelo de salud para mi familia, en desarrollar mi paciencia, en poner el dolor físico y emocional en su justa perspectiva y, sobre todo, en lo que es ser optimista, determinado, consecuente y perseverante.

Para esto, puse en práctica los conceptos que aprendí durante mis años de práctica de Ashtanga yoga, que reconoce el cuerpo como materia y la mente y el plano emocional como parte de un mundo abstracto y místico que se puede trabajar y mejorar hasta alcanzar la plenitud y la paz.

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Estas meditaciones, estoy convencida, fueron el verdadero secreto de mi éxito durante el maratón. Durante el camino de los 42 kilómetros me surgieron dolores, dudas serias sobre la “locura” en la que me había metido, sentí verdadero miedo de terminar en un hospital enferma y sin poder ser una madre saludable para mis hijos. Me sentí flaquear, sentí las ganas de parar y rendirme, lloré muchísimo, pero recordando el trabajo mental y emocional que había realizado recuperaba la tranquilidad, la confianza en mi preparación y la determinación para seguir adelante. Y así llegué a la meta.

¡Vamos, a cuidarnos!

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Foto cortesía de Josie Castrodad

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