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¡Soy maratonista!

Hoy les quiero contar cómo me convertí en maratonista. Nunca antes había sido corredora formal o atleta de alto rendimiento, como les dicen. Pero sí, a mis 40 años logré con relativo éxito llegar a la meta del maratón de Nueva York, el pasado 2 de noviembre. Así celebré el comienzo de una nueva década en mi vida, que espero siga llena de salud física, mental y emocional.

Woman Running in Marathon - Josie Castrodad



Fotos: Alimentos —y hábitos— que te hacen envejecer.

Si bien correr esas largas 26.2 millas sobre el asfalto neoyorquino fue un proyecto puramente personal que tuvo origen hace 4 años, me alegro de que haya culminado a mis 40 años de edad. Los 40 quizás sean la misma mitad de mi vida, al menos eso espero pues quisiera llegar a la vejez. Me siento joven, pero sé que no soy una muchachita. Me miro en el espejo y veo a una quinceañera, pero estoy consciente de que los demás me dicen doña Josie y señora Castrodad.

Por lo mismo, entrenar para mi primer maratón a mis 40 años fue un plan estudiado y planificado. Tuve que alimentarme muy bien durante mi entrenamiento, pero sobre todo tuve que cuidar mucho mi cuerpo “envejeciente”. No crean que no tuve muchos miedos solo de pensar en todo lo malo que me podía ocurrir físicamente al echarme encima la carga de entrenar durante meses corriendo largas distancias. Sé que mi madre también andaba preocupada porque yo fuera a colapsar de un infarto al miocardio. Y mi esposo, ni se diga, temía porque terminara yo con mis rodillas y pies hechos añicos.

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Pero la buena noticia es que me cuidé, perseveré, aquí estoy y me siento fenomenal. De hecho, si bien durante la carrera el reto corporal lo sentí con dolores en las rodillas y tobillos, llegué a la meta en una pieza y sin lesiones. Cardiovascularmente siempre me sentí fuerte, sin fatiga y pulmonarmente también, pese a que padezco de asmas y alergias que me congestionan la respiración y ese día hacía un frío y unos vientos horrorosos.

Creo que el secreto que me permitió llevar a cabo este plan maratónico fue la prevención. Lo primero que hice antes de empezar a entrenar rigurosamente en abril fue someterme a un examen físico completo, con énfasis en mi sistema cardíaco. Hice varias visitas a una cardióloga y me sometí a varios procedimientos: un ultrasonido de la carótida, un monitoreo Holter de 24 horas para identificar posible arritmias, un ecocardiograma para ver mi corazón, una prueba de esfuerzo, además de todo un perfil sanguíneo, para ver si tenía problemas de colesterol alto u otros. Solo cuando los resultados me dieron la luz verde, comencé a entrenar.

Durante mi entrenamiento —de 3 o 4 sesiones de carrera a las 5 de la madrugada— seguí todas las recomendaciones de mis entrenadores en cuanto a la dieta. Me tomé religiosamente mis vitaminas y mi suplemento de hierro diarios. Traté de llevar una dieta balanceada. El énfasis en la suplementación recayó en los carbohidratos simples y complejos en el desayuno antes de correr, para aportar energía “gastable” a mi cuerpo y de proteínas al terminar, para fomentar la reparación muscular después de ejercicios tan exigentes. La proteína también me ayudó a controla el hambre después del gasto calórico de las carreras. También fui bastante disciplinada con mi hidratación, porque tiendo a sufrir de calambres en las pantorrillas y para lograrlo compré unas pastillas solubles en agua que contienen minerales como el magnesio, el calcio y el potasio, vitaminas C, electrolitos y sodio para contrarrestar la deshidratación.

Además de ir ganando resistencia cardíaca sobre el asfalto, una milla a la vez, conociendo mis limitaciones y escuchando cuando mi cuerpo me decía “baja la intensidad” o “ya no corras más”, mi cuerpo de mujer madura fue fortaleciéndose poco a poco con sesiones de levantamiento de pesas. La corredora madura tiene que fortalecer el cuerpo entero, porque correr conlleva una carga para los pies y las rodillas que reciben tantos impactos, las caderas que son los ejes de las piernas, el torso, el cuello y la cabeza en los que se concentra el esfuerzo de mantener el cuerpo en buena postura. Los hombros y brazos que aportan el balance durante tantas horas de movimiento hacia delante. Ahí mi entrenador de gimnasio fue clave en diseñar una rutina de cuerpo entero para hacerme fuerte.

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En fin, que una vez sentí la responsabilidad de entrenar para el maratón de noviembre, hice del ejercicio parte de mi agenda diaria y lo asumí con seriedad. Puse todas mis sesiones en mi agenda y traté de no faltar a ellas. Tuve días buenos y tuve días muy malos, pero sabía que no me podía dejar vencer o renunciar a mi meta.

Y les aseguro que si yo pude, ustedes también pueden.

Más adelante les contaré sobre la otra parte significativa de todo este proceso de correr mi primer maratón a mis 40 años: la parte mental y emocional.

¡A cuidarse!

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Foto cortesía de Josie Castrodad

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