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Tenemos derecho a la privacidad como pacientes

¿Les ha pasado alguna vez en un consultorio médico que viene algún doctor sin permiso y sin tocar para anunciarse, les abre la puerta del cuarto justo en el momento en que están desnuditos -"como recién nacido"- en medio de un examen fí­sico?

Doctor consults with patient_(7)

¿Les ha pasado que los doctores, enfermeras y demás personal médico discuten sus consultas en voz tan alta que todo el mundo en la oficina se entera de que, por ejemplo, llevan sufriendo de diarrea por una semana? ¿A dónde ha ido a morir el concepto de la privacidad y modestia de un paciente?

No hay cosa que me mortifique más en una consulta médica que sentirme vulnerable y expuesta de forma tan innecesaria para el disfrute del morbo público. Si bien la ley HIPAA (Health Insurance Portability and Accountability Act, en inglés) no requiere que las oficinas médicas tengan espacios privados estructuralmente, para mí­, que un doctor se tome tan a la ligera su obligación de respetar la modestia de su paciente en este sentido es inaceptable. Es como echar sal sobre la herida, es como darme un puño en el estómago en momentos en que más sensible estoy: enferma, preocupada y buscando respuestas.

El otro dí­a me sucedió, mientras me estaba preparando para hacerme un ecocardiograma preventivo -para iniciar mi entrenamiento como maratonista- en la oficina de un cardiólogo que uno de sus colegas abrió la puerta del consultorio justo cuando estaba yo sin ropa, con mis pechos al aire. Del susto que me di, creo que los latidos de mi corazón llegaron a 200 en cuestión de fracciones de un segundo. Irónicamente, algo nada saludable en momentos en que quiero identificar como está mi salud cardiovascular.

Por un momento pensé, con actitud sumisa, que debí­a aceptarlo así­, como un accidente, pues cuando somos pacientes estamos naturalmente expuestos fí­sica, mental y emocionalmente al buscar ayuda médica. Al fin y al cabo, como mí­nimo se recomienda que veamos al doctor generalista para hacernos un examen completo, hombres y mujeres por igual lo que implica la posibilidad de tenernos que desnudar. Pero luego me dije: "Eso no está bien, no es correcto, ni tengo por qué aceptarlo".

Acto seguido, con valentí­a, me vestí­ y salí­ de la oficina de exámenes a buscar al doctor que me habí­a abierto la puerta. Lo agarré en pleno pasillo, lo paré en seco y le dije: "¿Acaso usted no cree en tocar la puerta de los consultorios antes de pasar? ¿Acaso usted se cree con la potestad de violar la privacidad y modestia de sus pacientes? Si es así­, déjeme decirle que está equivocado".

Mi mensaje entonces en esta ocasión va dirigido a la necesidad de "empoderamiento" de cada uno de nosotros como pacientes. De tan solo pensar en la vulnerabilidad mayor, por ejemplo, de personas en hogares para ancianos que están a merced de enfermeras y doctores de los que no se pueden defender, se me paran los pelos. Y ni hablar de pacientes cuyas culturas y creencias les dictan ciertos rituales y tratamientos de su cuerpo. En Estados Unidos hay leyes que nos protegen: La ley HIPAA prohí­be la divulgación de información médica y en casos de violación a la modestia y privacidad -o incluso de abuso sexual a los pacientes por parte de doctores- es esencial hacer constar la queja en el consejo de médicos del estado en que resides y la policí­a.

No se queden callados si se sienten incómodos con un chequeo médico. Están en su derecho de alzar la voz.

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